Talleres de Escenas Matrices

Los Talleres de Escenas Matrices constituyen una de más importantes diferencias (no la única) que la Mirada de las Escenas Matrices tiene con otras escuelas psicoterapéuticas. 

El Taller de Escenas Matrices es un espacio grupal (en general asisten a un Taller entre 15 y 50 personas) en el que se trabajan dos escenas por encuentro. La persona que decide trabajar un tema propio (Consultante) comenta brevemente de qué se trata y luego el coordinador le propone que elija, de entre los asistentes al taller, algunas personas (generalmente entre 2 y 4) que representen personas del sistema familiar (Representantes). Estos Representantes no tienen que hacer nada en particular, se ubican en el espacio (Campo) y luego se da una dinámica. A partir de esta dinámica el coordinador va haciendo pequeños movimientos con el objetivo de que el Consultante pueda dar un pequeño paso más en su proceso de crecimiento.

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Por qué los Talleres de Escenas Matrices son fundamentales para la profundización del proceso terapéutico

La dimensión Corporal/Vivencial

En las sesiones se habla. Esta es la dimensión de la palabra.

La dimensión de la palabra es racional, interviene la mente. Es una dimensión absolutamente imprescindible, básica, fundamental.

Por supuesto a través de la palabra se llega a otros registros. Registros emocionales, sensoriales.

Sin embargo, la dimensión de la palabra no es la única.

La dimensión corporal es otra dimensión. Y la vivencial es otra, ligada directamente con la anterior.

En el cuerpo se alojan emociones, sensaciones y vivencias que muchas veces no afloran desde la palabra. Y también comprensiones. Ser corporalmente el niño que he sido (o el niño de un compañero de taller), o el padre o la madre, experimentar esas sensaciones, estar allí. No se puede verdaderamente contar.

E incluso más, ver, simplemente ver como otros cuerpos se ubican en el espacio, como se vinculan o no, como están o están ausentes… puede decirse, no será lo mismo.

Así como es tan complejo contar un taller de Escenas Matrices, cómo el estar allí no es reemplazable por la palabra, el asistir a un taller nos da una información que la palabra no da.

Es la misma diferencia que amar o hablar del amor. Que meterse en el mar o hablar del mar. Que llorar o hablar del llanto.


El verme en el otro

Es el otro quien me muestra aquello que no veo de mí.

En los TEM algunas veces hacemos nuestra propia escena. Muchas otras veces nos convocan como representantes de las escenas de otros. Pero muchas otras (la mayoría de las veces) sólo (o, mejor dicho "solo") observamos las escenas de nuestros compañeros.

Este "solo observar" es una posibilidad extraordinaria. Porque muchas veces es allí, en el otro, en la soledad que el otro me muestra, en la violencia, en el abandono, en el desamor y también en el acercarse lento al Nene/a que el otro hace en su escena, donde me puedo ver.

Como en una película a la que asisto y que me conmueve, que veo y en la que estoy, las escenas que mis compañeros despliegan en los talleres me acercan lentamente a aquella zona mía que no alcanzo a vislumbrar, que no dimensiono, que no habito.

Y como esto se da a un nivel más profundo que la palabra, las defensas (defensas de aquello que duele) que todos hemos ido desplegando en nuestra construcción psíquica para poder sobrevivir, se ven atravesadas blandamente y algo de ese dolor y de ese amor primero se nos aparece. Algo de ese nene/a que fui y que me habita y me espera se me vuelve un paso más presente.

Como la película que me conmueve, la pintura que me atraviesa… las escenas de mis compañeros también hablan de mí. Yo no lo sé, mi conmoción sí.


La Familia extendida

Pasa en los talleres algo que no había imaginado cuando lo pensé, un plus que es casi tan importante como el propio trabajo terapéutico: El encuentro con el otro, con mi compañero, con aquel que está en un proceso similar al mío y en el camino.

Se ve en la alegría del comienzo, en los saludos, abrazos, en los comentarios que cada uno hace de las escenas que el otro ya hizo, del proceso transitado. Se ve en el "hace 5 años", "6 años que vengo a los talleres". En el "tengo más de 20, 30 talleres". En la mirada cálida, blanda, húmeda que se da entre quienes asisten.

Se ve en el café. En el café del intervalo.

En cómo se buscan, se encuentran, se reúnen en pequeños grupos para contarse aquello que aún no se sabía la última vez que se vieron, en el taller del mes pasado, de hace dos meses.

Lo llamamos la familia extendida.

En la sesión individual soy hijo único.

En la sesión grupal estoy con mis hermanos.

En el taller estoy con mis primos, primos segundos… con aquella parte de la familia que también es mi familia aunque no nos veamos tan seguido.

Quienes asisten a los talleres regularmente también se llevan este plus. Este calorcito del encuentro que tampoco puede contarse con palabras. Esto íntimo, pequeño, casi imperceptible que para quienes conformamos Habitar(nos) también define la vida.


El hábito saludable

Muchas veces pasa.

En la ronda inicial del taller, cuando la consigna es "¿Por qué estoy aquí hoy?" muchas veces la respuesta es "Porque estaba en la agenda".

Y siempre dentro mío sonrío. Sonrío porque cuando un paciente consiguió hacer algo que es bueno para él e instalarlo en la agenda y su participación en el taller no está siempre determinada por otra cosa o por las ganas, entonces algo se ha ganado.

Por supuesto, si luego de un tiempo se da cuenta que no le sirve o no lo ayuda, podrá revisar su decisión y dejar de venir y, por lo tanto, seguramente dejará de ser paciente (porque si los talleres no le sirven, seguramente tampoco le servirá el enfoque desde el cual trabajamos en la sesión). Pero eso después.

Antes del después, instalar la salud y no dejarla supeditada a las ganas, pensamientos, otras actividades y tantas excusas que son sólo la otra cara del miedo y la angustia, o de los padres en uno, es justamente el movimiento saludable.

Y lo que ocurre cuando uno instala el venir a los talleres como instala el bañarse, el hacerse los chequeos, el comer saludablemente, el hacer deporte… o el ir a terapia, es que este ir a los talleres me va abriendo otra zona de percepción, propia y de la vida.

Como ir frecuentemente a los museos aunque no entienda nada de pintura o escuchar música aunque no sepa nada de música. Así, lo que ocurre en los talleres me abre otras maneras de percibir y, con ellas, de pensar, de sentir, de contactar e incluso de recordar la propia infancia.

Cada vez un poco más abiertos, abiertos a nosotros, al otro, a la vida.

Abiertos a aquel niño que fui y que hoy aparece en mí en forma de deseo, de acciones o de síntomas.

Abiertos a lo que pasa en el campo y a cómo me vinculo con ello.


Ahora bien ¿cómo se dio esta inclusión de los Talleres de Escenas Matrices dentro del proceso terapéutico? 

Mauricio Weintraub nos lo cuenta en primera persona en un escrito dirigido a los pacientes en 2024.

"Hace tiempo ya, todavía estábamos en Sucre (los pacientes que llevan más años conmigo y en Habitar(nos) sabrán de lo que hablo), por el 2015/16, empecé a sentir que en mis sesiones faltaba algo. Me faltaba algo.

Muchas veces la palabra no alcanzaba a decir lo que necesitaba decirle a mi paciente, lo que, en mi opinión, mi paciente necesitaba escuchar.

Empecé a darme cuenta de que, si los cuerpos sólo estaban sentados en las sillas, por más que hablara y pusiera ejemplos y le diera vueltas, algo no ocurría.

Fue así como, recurriendo a técnicas que había aprendido en mi trabajo con el querido (queridísimo) Norberto Levy y, más adelante, en mi formación como Constelador Familiar, comencé a proponerle al paciente que dejáramos de hablar, pasáramos a la otra habitación que tenía en aquel departamento en Sucre, que era un poco más grande de la que yo atendía, y que se fuera ubicando en el espacio, siendo alternadamente una y otra persona de las escenas de su vida cotidiana que él me relataba o de su propia infancia.

A medida que esto se fue dando con varios pacientes, les fui proponiendo también que ubicaran sillas, almohadones, atriles y otros elementos que tenía allí complejizando y profundizando la dinámica y ahondando en la vivencia de lo que se estaba trabajando y, consecuentemente, del proceso terapéutico.

La comprensión de la importancia de estos pequeños movimientos que no nos llevaban más de 10 o 15 minutos de algunas sesiones y de cómo repercutían en el proceso del paciente me hizo darme cuenta de que, lo que yo había tomado como algo complementario y eventual dentro del proceso de sanación y crecimiento pulsaba por convertirse en algo mucho más central y determinante.

En ese entonces yo ya había empezado a coordinar Talleres de Escenas Matrices, aún incipientes y muy parecidos todavía a las Constelaciones Familiares en algunos centros. Estos Talleres eran eventuales y podía concurrir quien lo deseara, pero no estaban incluidos dentro del proceso terapéutico.

Lo que fue ocurriendo en ese 2015/16 es que comencé a darme cuenta de que el trabajo corporal/vivencial necesitaba estar incluido en el proceso terapéutico así como estaba incluido el trabajo desde la palabra o, mejor dicho, que el paciente necesitaba que el trabajo corporal/vivencial estuviera incluido en su proceso así como estaba incluido el trabajo desde la palabra.

Recuerdo que ese "descubrimiento" o comprensión me produjo, a la vez, alegría e ilusión (como dicen mis queridos amigos españoles) y temor: ¿cómo incluir algo tan diferente en un esquema terapéutico tradicional que nos encontraba al paciente y a mí una vez por semana para hablar de lo que le ocurría?

Durante un breve tiempo intenté incluirlo organizando talleres de Escenas Matrices mensuales e invitando a mis pacientes a que concurrieran. Esto no funciónó. Y no funcionó por dos razones: Por un lado, el paciente no lo consideraba fundamental para su proceso (porque, aunque yo se lo decía, el esquema no lo incluía como fundamental sino como una posibilidad más) y, por otro lado, constituía un gasto más para el paciente.

Fue así como comencé a darme cuenta de que la única manera de establecer la importancia que tenían los Talleres de Escenas Matrices en mi mirada del proceso terapéutico era incluirlos en el proceso mismo, de la misma manera en la que estaban incluidas las sesiones en las que trabajábamos desde la palabra.

Así, alrededor de abril o mayo de 2016 comencé a decirles a mis pacientes que a partir de julio la última sesión de cada mes se cambiaría por un taller y que, si bien no tenían que abonar más, el esquema pasaría a ser tres sesiones y un taller por mes.

Recuerdo que la mayoría de mis pacientes de ese entonces no comprendía y entonces tuve que utilizar una parte de la sesión para explicarles de qué se trataba y el porqué de mi decisión. Recuerdo que muchos estuvieron de acuerdo. Muchos no pero aceptaron. Muchos no aceptaron y se fueron. Muchos (muchos) se enojaron.

Entre 10 y 15 pacientes no aceptaron el cambio y decidieron no continuar su proceso conmigo.

Rememorando aquella época me acuerdo de los sentimientos y pensamientos encontrados que me habitaban. Por un lado estaba la certeza de la importancia del trabajo corporal/vivencial dentro del proceso terapéutico y de los TEM como manera de incluir este trabajo. Por otro lado la sensación de culpa de estar "obligando" al paciente a hacer algo que muchas veces no quería hacer y de estar cambiando el esquema de trabajo una vez comenzado el proceso. Y por otro lado el sentirme mal por aquellos pacientes que habían decidido no continuar su proceso conmigo y que, en muchos casos, estaban sanando y sintiéndose mejor.

Fue un momento de incertidumbres y sentimientos encontrados.

En julio de 2016 comenzamos con los TEM incluidos dentro del proceso terapéutico. En esa "habitación un poco más grande" que tenía en el departamento de 3 ambientes de Sucre hicimos talleres con 5 o 6 personas y llegamos a ser unos 20 en un lugar donde sólo entraban 15 apretadamente.

Muchos de los pacientes que aún están con nosotros en Habitar(nos) y que vienen a Libertador saben de qué hablo.

Hoy toda esa etapa ha pasado o, mejor dicho, está en mí. En nosotros.

Los Talleres están establecidos y muchos se acercan a Habitar(nos) y deciden comenzar un proceso con nosotros después de asistir a algún taller, el camino se ha invertido.

En Buenos Aires ya son 3 por mes y también vamos estableciendo talleres mensuales en otras ciudades, Barcelona es la primera. Para Madrid falta un poco aún, pero no tanto.

Allá vamos, una vueltita más.

Siempre recordando la fuerza que tuvo que tener el brote para hacerse árbol."